25 de agosto de 2009

Mimic

Mimic estaba sola. No tenía amigos, nadie con quien compararse o con quien compartir unas risas. Siempre estaba oscuro, salvo por ese haz de luz que tocaba el suelo junto a sus pies. No entendía por qué estaba sola, ¿Quizás por qué no sabía expresarse como los demás? O porque no se le entendía correctamente por tener los labios cosidos. Fuera lo que fuese el motivo por el que estaba sola, su pelo laceo, negro y sucio, su piel mortecina, su ropa de cuero raída y gastada como una muñeca abandonada, no la favorecía. Si alguna vez habló y no se acordaba sí había sucedido, si alguna vez lo había hecho, siempre se la quedaban mirando fijamente a esa oscura y atrayente oquedad en su cuenca ocular vacía. Sabía que era guapa o que lo fue, pero sus desarticulados miembros cosidos no la ayudaban en sus relaciones. Se preguntaba si las demás personas también estaban colgadas de sus articulaciones a la viga del techo con alambre de espinos, por que a ella le parecía algo incomodo o frustrante. ¿Pero como podía saberlo si no podía ver a otros? Para ser más exactos, solo era consciente de la existencia de otro ser, pero este tampoco le hablaba. A lo mejor ella le daba repulsión, pero eso no podía ser por que él la alimentaba, le alisaba el cabello y la acariciaba con ternura. Siempre le daba un dulce beso de despedida cada vez que se marchaba. Cada día que pasaba sentía más fuerte esa llamada que todo ser solitario sentía, por ver, por conocer a otros como ella. Pero día a día allí seguía, en la oscuridad, sola, con esa rendija de luz cambiante de color. Quizás lo más agobiante era el silencio, un silencio relativo, por que no les prestaba atención a esas criaturas pequeñas y aladas que zumbaban, que se posaban como manchas negras resaltando sobre su blanquecina piel cuando hacía excesivo calor. Trascurría el tiempo, pero qué significaba el tiempo en un lugar así. Nada, quizás menos que nada. El único concepto de tiempo que tenía era el transcurrir de sus pensamientos. Pero sus pensamientos se hilvanaban e iban tomando consistencia en forma de una pequeña conciencia. Esta en su interior le decía que había otros como ella, que debía reunirse con ellas para deshacerse de la soledad que antes tanto le gustaba. Pensó que sí su cuidador se movía ella también podía hacerlo, que también podía acariciar suavemente como lo hacía él. En el fondo le tenía envidia. Si él salía de la oscuridad por algún sitio detrás de ella, podía salir por ese mismo sitio. La soledad, la oscuridad, la envidia, la ira y otras extrañas sensaciones se aglomeraban en un minúsculo destello blanco. Este destello en su oscura, vacía y profunda cavidad ocular fue lo último que vio su cuidador antes de morir. No recuerda como lo consiguió, como llegó a salir afuera, a ese otro mundo lleno de ellas. Cuando la ceguera se le paso y se acostumbró a la luz dañina, vio tremendamente horrorizada que no eran como ella. Eran hermosos, bellos, enteros, de ropas y cabellos perfectos y de múltiples colores fantásticos que siquiera se hubiese atrevido a soñar. Tan tremenda era la tristeza de ella, que la única lágrima que había vertido desde que tomo conciencia se congeló cuando unos estruendosos y cacofónicos ruidos sonaron.
Nunca más temió la oscuridad.
Nunca más temió el silencio.
Nunca más temió su aspecto desaliñado.
Nunca más temió nada.

* * *


-Jamás pensé que le diría esto inspector Gonzalo, pero me alegra que al final haya podido encontrar al psicópata muerto. Pero sigo sin entender por qué me han llamado a mí, aunque soy médico no soy forense- Dijo el doctor Joaquín L.


-En estos momentos nuestro forense está en otro caso y usted está capacitado para levantar acta. Además, vera... - Murmuró avergonzado el inspector.


-... encontramos el lugar donde se escondía, con el dentro. Pero cuando mis hombres llegaron a la puerta, esta se abrió repentinamente y alguien ensangrentado salió. Uno de mis hombres, el más joven se puso nerviosos y... comenzaron los disparos. Al parecer dispararon por error a una de sus víctimas secuestrada, que consiguió escaparse tras matarle. Ahí la tiene. Por favor- Le indicó el cuerpo. El doctor se agachó y la examinó. Al rato se levantó de espaldas al inspector y dijo en el tono de un confesor: ¿Está seguro que no quiere contarme algo más inspector? Porqué esta chica lleva muerta semanas.

No hay comentarios: