1 de agosto de 2010

Madame Bovary

La novela está dividida en tres partes, que podrían titularse: el matrimonio, la falta y la muerte, respectivamente.
Primera parte. Charles Bovary, un muchacho campesino de quince años, tor­pe y algo ridículo, entra al colegio de la ciudad de Rouen. Más ta/de logra, con mucho esfuerzo, titularse de médico. Se instala en el pueblo de Tostes, cerca de Rouen, y se casa con una viuda ya mayor pero rica. En una de sus visitas profe­sionales, Charles se enamora de Emma. Su esposa muere poco tiempo después y Charles se encuentra en condiciones de pedir la mano de Emma. Esta mujer, que nos será presentada paulatinamente, durante la novela, a través de diferen­tes perspectivas e impresiones, ha desarrollado una vocación y una capacidad casi patológicas para fabular, incentivada por la lectura de novelas románticas. Se siente la heroína de esos libros, y sueña con el marido ideal o con el amante maravilloso que la llevará a países lejanos. Charles y Emma se casan. Si bien Charles es feliz, Emma descubre que la realidad de su vida matrimonial no corresponde a la de los personajes de sus lecturas. Ella, que creyó que el matri­monio satisfaría su gusto por la vida brillante, se ha casado con un mediocre. Es invitada a un baile en un castillo cercano. Penetra por primera vez al "gran mundo", que sólo conocía en las novelas. Aquí se enciende más aún su amor por el lujo y el ensueño. Lo que ve en el castillo es un nuevo alimento para su imagi­nación, ya exaltada por los libros románticos. El carácter se le altera. Se aburre en ese pueblo. Se vuelve irritable hasta llegar a una enfermedad nerviosa. Charles piensa que un cambio de aire sería el remedio y acepta un puesto en Yonville. Cuando parten, ella ya está encinta.
Segunda parte. En Yonville, Emma encuentra la misma vida rutinaria que en Tostes, la misma campiña, los mismos personajes típicos. El escenario ha cam­biado sólo de nombre. Aparecen nuevos personajes secundarios. La atmósfera mediocre de este pueblo está representada por Homais, un farmacéutico imbé­cil, anticlerical y sentencioso, con bastante de grotesco. León Dupuis, un joven pasante de notario, romántico e insignificante, conquista intelectualmente a Emma. En esos días, ella da a luz a Berthe. Emma y León se confiesan sus gustos y descubren que son comunes. León, melancólico y tímido, no se atreve a confe­sarle su amor y se va del pueblo. Deseosa de vivir sus sueños, Emma se deja sedu­cir fácilmente durante los comicios agrícolas de Yonville por Rodolfo, un burgués que siempre creyó que la pasión excerbada de Emma era sólo una comedia. Es un periodo de plena felicidad para Emma, Pero Rodolfo, dotado del buen sentido común burgués, la deja.En esta segunda parte es notable el carácter alucinatorio de las ensoñaciones de Emma, al punto de creerse hermana de todas las heroinas de los libros.
Tercera parte. En adelante, Emma busca el aturdimiento. En Rouen se re­encuentra con León, al que una estancia en París ha vuelto algo menos tímido. Se hacen amantes. León resulta ser un pusilánime sin personalidad. El miedo a comprometerse y el deseo de conformar su futuro según el modelo burgués, lle­van a León a romper con Emma. Lo que no es óbice para que ésta, en sus enso­ñaciones, lo transforme en un ser extraordinario. Comienza la última etapa de La degradación. Emma se entrega a extravagancias. El espacio que hay entre lo que ella es y lo que ella quisiera o sueña ser, es demasiado grande. Se enamora de un tenor de la Opera Cómica. Al fastidio y la fatiga les sigue el derrumbe. Las deudas contraídas a espaldas de su marido para satisfacer su fantasía, acarrean un embargo de sus bienes. El afán de Emma de poseer objetos se conecta tanto con sus amores como con su desengaño y aburrimiento. Intenta compensar una insuficiencia vital adquiriendo objetos. Así pretende llenar la distancia entre el deseo y su cumplimiento. Vienen, pues, el embargo, el desastre. Acosada por to­dos los lados roba arsénico de la farmacia de Homais y, después de una lenta agonía muere presa de una risade atroz. El dolor de Charles es inmenso. Ha perdi­do la razón de su vida. Lo profundo de su desesperación le confiere a este hombre una grandeza impresionante e insospechada. Lleva ahora una existen­cia solitaria, hasta que un día su hija lo encuentra muerto en un banco del jar­dín, con un mechón de cabellos de Emma entre sus dedos. El dolor y su final pa­tético lo elevan más allá de la mediocridad. En cambio, Homais, rico y condeco­rado, ha triunfado. Ha triunfado un hombre mesurado, razonable, un comer­ciante exitoso, un amigo de la humanidad que goza del favor de la autoridad y
de la buena opinión pública; la máscara que esconde la mezquindad, la avari­cia, la idiotez, la maldad, lo ramplón y sin vuelo.



Gustave Flaubert


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